Pues ayer estuvo en la Ultreya, y nos dio su testimonio de cómo había vivido el Cursillo. Como había llegado primero sin saber muy bien por qué-tantas veces que se lo habíamos propuesto- pero fue un impulso que no sabía cómo explicar, del que después muchas veces se arrepintió, y no quería ir. Pero  su hermana le recordó que se había comprometido, y a él, que es de palabra, no le quedó más remedio que ir. Eso sí fue de mala gana, y a pasar esos tres días como fuera (un clásico). Pero los planes de Dios, por suerte, no son nuestros planes. Y pronto se sintió muy a gusto, acogido, llevado en brazos. Se quedó sorprendido. ¿Qué pasaba allí? ¿Qué le estaba pasando a él? Es como si saliera de él lo mejor de sí mismo. Se estaba volviendo de colores, pero él aún no lo sabía. Ya sabéis como son esas cosas. Nos decía que sintió con todos los que estaban en el Cursillo una gran afinidad, un gran amor como si los conociera de toda la vida. También nos dijo, que él que es un poco materialista, en el sentido de que necesita dar razón de todo, cuando comulgó, sintió algo que no podía explicar, algo que lo dejó como «borracho», como fuera de sí. Y también nos dijo, que él que había sido siempre un pecador, un pecador consciente de su pecado, y que luego se confesaba y ya está, hasta la próxima. Había hecho el propósito de nunca más pecar, aunque sabía, que seguramente lo haría, pero su propósito era ese, que no quería volver a pecar. Yo esto lo explico con mis palabras. Por cierto me emocioné mucho. Y le doy gracias a Dios por su gran Misericordia.