El Movimiento de Cursillos de Cristiandad no sitúa al cristiano en un lugar prefijado, sino que actúa con delicado respeto a las opciones personales y ayuda a descubrir y desarrollar la vocación de cada uno.
Es en el mundo donde el cursillista debe realizarse. En un mundo que se concreta en los ambientes de familia, de trabajo, de estudio, de ocio, de amistades donde él está inmerso. Su mundo es su circunstancia personal. En ningún momento el cursillista deja de tener su campo de actuación; allí debe ser anuncio vivo del evangelio.