Del 2 al 5 de febrero un grupo de 26 cursillistas hemos vivido el cursillo 128 de la diócesis de Getafe.

Era la primera vez que lo vivía como parte del equipo y me he sentido privilegiada al poder ver en primera persona la obra del Señor en cada hermano que vivía por primera vez su cursillo: como, poco a poco, se dejaban empapar por su Gracia; la vuelta a la participación en los sacramentos de la Penitencia y Eucaristía, después de muchos años para algunos de ellos.

A su vez como equipo, volvíamos a tener un encuentro con Cristo a través de ellos. Nuestro papel ha sido también acompañar.

Un acompañamiento en la oración ante el Sagrario, en el descubrir el verdadero ideal, descubrir a Jesucristo VIVO y, como culminación, al vivir lo que es ser Iglesia.

Una Iglesia vista y conocida “por dentro”, “la Iglesia familia de familias donde somos acogidos y queridos”, como resaltó don Manuel Vargas, vicario episcopal que recibía a los nuevos cursillistas en nombre del obispo.

El vicario nos dio también su testimonio personal como cursillista, rememorando haber sentido durante todo su cursillo estar rodeado de mucho Amor, que da paz en el corazón y cura heridas, con la vivencia de ser “reconstruido”, “renovado”, sintiendo una felicidad desde lo más profundo del corazón.

Algunos cursillistas testimoniaron también haber vivido un cambio que les haría vivir una vida nueva o haber entendido y experimentado el que no puedes caminar en la Fe sólo, sino en comunidad.

Moncho, de la ultreya de Alcorcón, nos hizo ver, muy acertadamente desde mi humilde opinión, que el primer cursillo ya fue el de Cristo con sus apóstoles y la primera reunión de grupo la de Cristo con Pedro, Santiago y Juan, para con ello destacar la importancia de la comunidad de los hermanos en este camino de Fe.

Que el cuarto día para todos estos hermanos sea de colores y se unan así a hacer presente el Reino de Dios en sus ambientes.

María Jesús Cotarelo, Ultreya de Aranjuez.

 ¡¡¡De Colores!!!