Cursillo 131
Cursillo 131 de la Diócesis de Getafe
03 de Julio, 2023
Del 15 al 18 de Junio, en la Casa de las Oblatas del Santísimo Redentor de Ciempozuelos, celebramos el Cursillo 131 de nuestra Diócesis de Getafe.
Juan José Rodríguez, como coordinador, del P. Julián Lozando, como director espiritual, lideraron un grupo de hermanos cursillistas que dieron todo por acercar a Cristo a los invitados al cursillo.
Como siempre, el Señor hizo de las suyas, como pudimos comprobar con los testimonios de la Clausura.
Presidiendo la misma, estuvo D. Manuel Vargas Cano de Santayana, Vicario episcopal para el Cerro de Los Angeles, que estuvo muy cariñoso con los nuevos cursillistas, animándoles a perserverar en la fe y la evangelización.
Os dejamos con los testimonios de dos personas del equipo, que han sido tan amables de contarnos su experiencia sirviendo al Señor:
Antes de empezar a dar mi testimonio de cómo lo he vivido yo este cursillo 131, quiero dar gracias al Señor de Cielos y Tierra. Porque se ha derramado de una manera brutal. Por qué, ya no se puede dudar de su Amor, ya que su Misericordia es incalculable. Y porque utiliza personas muy inútiles para amar a su Nivel, para hacer su obra.
Y después de decir esto, paso a comentar cómo he vivido yo este cursillo.
Es la primera vez que hago equipo en un cursillo de cristiandad. Y entré, creyendo que era yo la que tenía que dar el cien por cien. Que yo tenía que dar el todo por el todo. Y que, según lo que yo hiciese las cosas iban a resultar o no.
Y, cuando empieza el cursillo veo que desde el primer momento está ya derramándose la Gracia del Señor y ahí cambia completamente mi mentalidad.
Me doy cuenta de que la transformación de estas personas que estaban delante de mí no iba a depender absolutamente para nada de mí, que yo solamente tenía que dejarme llevar ante lo que estaba ocurriendo.
Y así hice. Me solté, y empecé a sentir que Dios se movía en una mirada, en un gesto, en un apretón de manos, o simplemente en estar al lado de una persona que estaba muy dolida.
Me daba cuenta que no era yo, que simplemente era el Señor, que se valía de mí para poder estar al lado de personas, muy dolidas, muy angustiadas y con muchos problemas.
Cuando te pasa esto, te das cuenta de la humildad tan grande que hay que tener cuando aceptamos una misión como esta.
Porque la Gracia se derrama en la medida en que te anulas, en la que en la medida en que eres pequeño, en la medida en que no te crees que puedes hacer nada por ti mismo, sino que todo lo hace Dios a través de ti.
Esto es todo lo que puedo decir.
Ver la transformación, ante el Sagrario, de una persona que estaba enfadada, llena de odio hacia ciertas personas, y que después del final del segundo día, se acerca y te dice: “he abierto una rendija a la puerta del amor”.
Y esto no tiene precio.
De colores.
Este no ha sido un cursillo de grandes conversiones, de caídas de “caballo”.
Todos los que estuvimos allí éramos más o menos creyentes y más o menos practicantes. Pero si ha sido un cursillo de sacudidas, Cristo ha sacudido a los perezosos, a los que estaban dormidos, a los que les cubría el polvo…
Ha sido un cursillo de reencuentro, de renovación, de poner las cosas en su sitio. De sanar heridas, de volver a comenzar, de seguir caminando.
Yo llegue con un cuarto lleno de cosas pero todas desordenadas.
Salgo con el cuarto ordenado, las cosas colocadas y sin nada fuera de su sitio.
Ahora toca mantener el orden, no empezar a sacar ropa del armario a lo loco y dejarla sobre la silla.
Toca ponerse las pilas y ser testigos del amor de Dios, de caminar con un Ideal reforzado, con una llave que todo lo abre y sabedores de que tenemos una comunidad con la que caminar.
Hora tras hora compartiendo con los hermanos sus miedos y dudas, las visitas al sagrario, las miradas y sonrisas todo ha sido un regalo. Hemos cantado, hemos reído, contado chistes y compartido una vivencia que es única.
Unidos en Cristo contamos con El cómo Él cuenta con nosotros.
¡¡¡De colores!!!