«Venid aparte, para descansar un poco» (MC 6, 31)

Pues así comencé estos ejercicios espirituales. Mi objetivo era descansar en el Señor. ¿Lo conseguiría?

Venía con muchos ruidos en mi corazón: preocupaciones, problemas, cansancio, agobios varios… sólo quería descansar con Él.

Pude experimentar un encuentro renovado con el Señor, que viene a seducirme.

Me regaló poder descubrir que el desierto es un lugar de intimidad con Dios.

A lo largo de las meditaciones y de los ratos de oración, Jesús me fue dando luz para ver dónde tengo fundamentada mi vida, por dónde se puede tambalear, y a Quién acudir en todo momento, porque Él es la roca firme que me sostiene en toda circunstancia.

La meditación del pasaje de la samaritana (Jn 4, 5 – 42) me interpeló especialmente. Es una lectura a la que le tengo un especial cariño y poder contemplarla con detenimiento me hizo mucho bien en este momento de mi historia.

Otras frases que me regaló Jesús al corazón, como un bálsamo reparador fueron:

• Cristo es el que puede sanar y restaurar todas mis heridas.
• Si no estoy con Dios, no puedo hacer nada.
• ¿Reconozco a Cristo en mi vida?
• Es por mis pecados que Jesús va a la cruz.

Y, como no podía ser de otra manera, también vino a tocar mi corazón a través de la música.

Esta canción en concreto me emocionó especialmente: