En los últimos tiempos, por motivos personales, no me había sido posible asistir a ningún retiro y ejercicios espirituales, y la verdad, necesitaba poder hacer un pequeños parón en mi vida y dedicar, al menos unas horas, a estar con el Señor.

En el retiro, el padre Pablo nos enseñó que el ayuno y la penitencia deben llevarnos a estrechar la unión con Cristo, pues son una prueba que nos hace experimentar lo necesitados que estamos de Dios.

También que en la limosna, y al igual nuestra entrega, nuestro servicio, no es un tema de cantidad, sino de totalidad: quien se entrega por completo no tiene nada que envidiar, como la viuda del Evangelio, que entregó al templo, no de lo que le sobraba, sino lo que necesitaba para comer.

Y que mediante la oración, obtenemos la presencia de Dios en nuestra vida. Nos exhortó a invocar frecuentemente al Espíritu Santo y a la Virgen María, para vivir siempre en esa presencia de Dios, y ser siempre conscientes de que somos sus Hijos.

Como dice el Papa Francisco:

«El ayuno prepara el terreno, la oración riega, y la caridad fecunda.»

Que el Señor nos conceda vivir esta cuaresma de manera que podamos prepararnos para su Pasión, Muerte y Resurrección.

¡¡¡De Colores!!!